El sector vitivinícola portugués, tiene gran relevancia por el valor económico que proporciona y por el papel social que representa, enriquecendo la cultura e historia de Portugal. Aunque el país es de pequeño tamaño territorial, se configura entre los principales productores y consumidores de vino del mundo.
En el siglo XVIII, la viticultura, al igual que otros aspectos de la vida nacional, sufrió la influencia del Marqués de Pombal. Así, una gran región se benefició de medidas proteccionistas: la región del Alto Douro y el famoso Vino do Porto.
En 1907/1908, se inició el proceso de regulación de varias otras denominaciones portuguesas: los vinos de Madeira, Moscatel de Setúbal, Carcavelos, Dão, Colares y Vino Verde.
En 1937 se crea la Junta Nacional del Vino (JNV), que intervino teniendo en cuenta el equilibrio entre la oferta y la demanda, la evolución de las producciones y el almacenamiento de los excedentes en años de gran producción, para compensar los años de escasez.
Fue sustituida en 1986 por el Instituto da Vinha e do Viño (IVV), organismo adaptado a las estructuras impuestas por la nueva política de mercado derivada de la adhesión de Portugal a la Comunidad Europea.
Una nueva perspectiva surge entonces en la economía portuguesa y, en consecuencia, en la viticultura. El concepto de Denominación de Origen fue armonizado con la legislación comunitaria, y se creó la clasificación de "Vino Regional", para los vinos de mesa con indicación geográfica, reforzándose la política de calidad de los vino portugueses.
